jueves, 27 de noviembre de 2014

LOS DÍAS DE OCTUBRE

Y ahí estaba yo... Observando de nuevo sus hermosos ojos de color cafe-verdoso que con cada parpadeo me hacía sentir cómo volvía a latir mi corazón con ganas de vivir...De vivir a su lado; Con esos ojos que tenían unos lunares como si fuesen diamantes negros guardados por sus hermosos párpados. Sentía como mis piernas flaqueaban y me pedían a gritos más fuerza para mantenerme en pie y no caer ante su mirada. Y, ni qué decir de su sonrisa, esa que tenía dentro de esa bóveda con puertas de labios, el mayor tesoro que pueda desear cualquier persona racional e incluso, hasta un irracional podría empezar a pensar por el hecho de ver esas piedras preciosas que lleva consigo. Pero bueno, dejando de lado sus mil y una cualidades que la hacían para mi la mujer más hermosa, retomemos lo sucedido. Estaba en ese parque donde la vi por primera vez y donde la última vez que la vi iba acompañada de un hombre que aparentemente la hacía sonreír...y no era yo; ese parque en donde todo es por pares: las palomas, las sillas, las estatuas, las fuentes y, por supuesto, las miradas. Eran alrededor de las 6:20 P.M. y el sol adornaba el paisaje dándole un tono naranja a las cosas y además podía ver como la luna me sonreía desde el cielo.

Yo recién salía de la casa de un amigo y sin darme cuenta en mi recorrido a casa pasé por ese parque; fue entonces cuando la vi sentada en la silla, ella estaba de espaldas y me pregunté ¿Será que de verdad es ella?, ¿Será que es la mujer que una vez dejé ir de mi vida?. No lo creía, pues cuando se marchó de mi lado se veía muy decidida. Decidida a empezar un nuevo camino, a encontrar a alguien nuevo que la hiciera sonreír más. Pero yo era solo un niño en ese entonces, no sabía qué debía y qué no debía hacer para mantenerla feliz. Aún recuerdo cuando me miró a los ojos y con una voz algo tambaleante y los ojos más brillantes de lo común me miró y me dijo: "Quiero continuar mi camino sin ti", en ese momento no entendía lo que sucedía, si todo marchaba tan bien... fue entonces cuando parpadeé y volví a mirarla nuevamente para darme cuenta que ya estaba de espaldas, llevándose la luz de sus ojos y dejándome en la oscuridad.

Pasado un tiempo, mis amigos y familiares me sugirieron que debería irme a pasear o irme a otro lado por un tiempo, pues no hacía más que ir al parque y esperarla para ver si de pronto volvía. Pero las luciérnagas eran las únicas que me acompañaban en la noche, ni siquiera la luna salía a sonreírme. Pasado un tiempo, acepté el viaje, me fui entonces a otra ciudad a intentar distraerme y encontrar motivos para sonreír nuevamente. Luego de un buen tiempo, volví a mi ciudad, pero ella ya no estaba, o al menos no en los lugares que solía visitar conmigo; así que el tiempo pasó y ya casi no pensaba en ella; de vez en cuando al escuchar alguna canción que le había dedicado cuando niño, era que la recordaba, pero solo era por un pequeño momento, y digo cuando niño, porque ya era un hombre, pues habían transcurrido casi 4 años desde que se había marchado de mi lado.

Fue entonces en esa tarde del 8 de Octubre a las 6:20 P.M. cuando volvía de mi estudio, que sin querer pasé por aquel parque. Iba pensando en ecuaciones matemáticas y problemas de física, cuando ojeé un poco hacia arriba para mirar por donde iba y, fue cuando quedé pasmado. No podía creer que después de tanto tiempo pudiera ser ella quien estaba sentada en esa silla, además, estaba sola. Entonces para salirme de dudas y saber si era ella o si simplemente estaba alucinando, me armé de valor y rodeé la silla. Fue en ese momento que mis sentidos se quedaron atónitos, paralizados, apagados. Cuando ella alzó su mirada hacia mis ojos y me vio fijamente, fue cuando sentí que mis sentimientos despertaron, que nuevamente quería sonreír, que quería quedarme en ese momento para siempre. Fue cuando comprendí que a pesar de los años y de haber tenido varias aventuras con otras mujeres, ninguna se igualaba a ella, ni siquiera, al movimiento tenue de su hermosa cabellera ondulada. Luego de algunos segundos mirándonos fue que hablé sin siquiera pensar lo que decía. Ella me dice que yo dije: "¿Hay alguien sentado ahí?"... ¡Que estupidez!, claramente la silla estaba sola y ella no esperaba a nadie. Pero yo solo quería oír su voz, aunque fuese para mirarme de manera extraña y decirme: "No, no hay nadie ahí". Me sentí tan mal que mejor me marché. Continué con mi cuerpo camino a casa, pero mi ser y mi mente se quedaron en esa silla.

Pasó la noche y desde que llegué a mi casa no dejaba de pensar en ella. Se fueron las ecuaciones matemáticas y los problemas de física, ahora tenía otra pregunta en mi mente: ¿Por qué a pesar del tiempo me sentía así?, fue entonces cuando abrí mi laptop para poner algo de música, e intentar volver a pensar en las matemáticas cuando me llegó un mensaje. En el momento en que vi la notificación pensé: "Ese debe ser el parcero para invitarme a salir, o para contarme sobre alguna mujer que vio en el día". Clickeé con la intensión de una respuesta informal de una vez, pero, no podía creer lo que veía, era ella...Me escribió para saber de mi y el porqué de mi partida. Hablamos hasta sentir el brillo del sol calentando mi cara. Así que, nos despedimos y me fui a descansar. Cinco días pasaron, días en los que anhelaba que llegara la noche para hablar con ella, pues de día yo estudiaba. Cuando llegaba la noche siempre terminábamos hablando sobre nuestro tiempo juntos. Un día llegaron las 00:30 A.M. y yo no había llegado para nuestra "conversación nocturna". Ese día llegué a la 01:05 A.M aproximadamente y me sorprendí al ver el mensaje que me había dejado. Decía: "Por lo que veo, hoy no nos vamos a quedar despiertos hasta tarde"; fue entonces cuando comprendí que le hacía falta, pero no tanto como la falta que me hizo ella a mi.

Luego de una semana sentía que debía hacer algo más, entonces la llamé y le dije: "¿Salimos?", ella lo pensó por un momento, pero al final acepto salir conmigo. Traté de ponerme la mejor vestimenta posible, quería que cuando me viera sintiera lo que yo sentí al verla. Estaba hermosa, era una mujer ahora. Además estaba mucho más bella de lo que era cuando le decía: "Estás muy linda" siendo solo niños. Caminando y caminando llegamos al parque, sentía que era el bello parque de antes. Nos sentamos y hablamos de nuestras vidas. Con el pasar de las horas se sintió el silencio y nuestras respiraciones chocando en nuestros rostros. Era definitivo, ella era la mujer que deseaba para mi vida, y es a quien ahora escribo éstas letras, con el fin de que sepa cómo fue mi vida en su ausensia.

A ella, a esa hermosa mujer que hoy vuelvo a llamar amor.


Daniel Ríos Toro.